Llegó el 5 de Enero, otra de las fechas mágicas de la Navidad:
¡¡LA VÍSPERA DE REYES!!
Tanto me habían hablado de esa noche tan especial en la que los tres Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar, cuando estuviésemos dormidos, pasarían por nuestra casa y por las de los demás niños que se hayan portado bien durante todo el año, para dejarnos regalos.
Era como lo Papá Noel, pero esta vez teníamos que acostarnos temprano, pues los Magos, son muy tímidos y no quieren que los vean los niños y..., además, son tres y vienen en camellos desde Oriente, que es un sitio que está muy lejos.
Literalmente la ropa no me llegaba al cuerpo, o tal vez yo no cabía dentro de ella. Era tal el nerviosismo que me embargaba, que me estaba quedando como paralizado y para colmo, había un montón de cosas que hacer y la noche, se nos echaba encima.
A mi hermano Alberto le pasaba lo mismo y tampoco reaccionaba. A él también se lo comía la impaciencia.
Mi hermana Elena, ajena a lío que teníamos montado, ya estaba en el baño, para ir a dormir y nosotros sin acertar con los preparativos para recibir a la importante comitiva.
Rápidamente ayudados por mi mami, y mi tita Ana, pues papá estaba durmiendo a Elena, comenzamos los preparativos.
Para los camellos dispusimos un buen barreño de agua para saciar su sed, y zanahorias y hierbas, para que les aplacara el hambre y pudieran seguir su agotadora noche de vigilia, cargados de regalos para todos, todos, los niños del mundo.
Para los tres Reyes Magos preparamos galletas y leche, para que repusieran también sus fuerzas y pudieran seguir con brío el reparto.
Yo, muy pendiente de todos los detalles, comprobé la calidad de los productos que les dejábamos, no fuera a ser que por una mala casualidad, alguno no estuviera bueno, se molestaran, y se marcharan sin dejar lo que traían para nosotros.
No podíamos dejar ningún cabo suelto, nos jugábamos demasiado esa noche.
Mi hermana Elena no lograba conciliar el sueño; oía el follón que estábamos metiendo con los preparativos y quería salir a ver como habían quedado. Así, que echamos un último vistazo al escenario que habíamos montado, le dimos los últimos toques, y nos fuimos a dormir.
Nos costó quedarnos dormidos, la excitación supongo que nos lo impedía, pero cuando lo conseguimos, dormidos profundamente. Soñamos que los Reyes Magos, no sabíamos a que hora, pasarían por nuestra casa, dejarían nuestros regalos y comerían y beberían, ellos y los camellos, de las viandas que le habíamos preparado con tanto cariño y después proseguirían con rapidez su hermosa tarea en ésta maravillosa noche.
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