
Cuando llegamos a nuestra casa el grupo que me acompañaba, cual escolta para un principito, compuesta además de mis padres, por mi tita Ana y mi hermano Alberto; nos esperaban mis abuelos Eli y Juando y el tito Domingo, bajo una pancarta de bienvenida que habían preparado la noche anterior con la ayuda de la prima Rosa.
Tras unos breves, pero estruendosos y jubilosos sones de claxon, entramos en el jardín a los acordes de la Sinfonía del Nuevo Mundo de A. Dvorak.
Ese momento aunque soy muy, pero que muy pequeño, no lo olvidaré nunca: …las caras de mi familia, la música, los globos de colores, flores por todas partes…

En fin que no salgo de una emoción y ya estoy metido en otra.
... ¡Que ajetreo, señor!
…por que al poco tiempo llegó mi familia de Altea, mis tíos Vicente y Carmen, con mis primas Zara y Vega, que ya conocía muy vagamente cuando andaba en el vientre de mami. Ahora al verlos cara a cara me han dejado impresionado pues son muy majos especialmente las guapísimas Zara y Vega. Por cierto, prima Vega, ¡MUCHAS FELICIDADES!, que hoy es tu cumpleaños,¡…que casualidad los tres somos Sagitario!
Por la tarde la cosa fue en aumento, pues la casa que no es pequeña se puso a reventar, de la gente que vino a verme. ¡Había más gente que en El Portal de Belén!
Ya contaré, si soy capaz de acordarme toda la gente que vino: familia, vecinos, los primos Manuel y Rocío, en fin, la tira de gente. Y todos, mirándome y comentando lo “guapo y hermoso” que estoy.
¡…Sabéis que me está gustando!, pero dice mi abuelo que es muy pronto para que se me suban los humos -¿otra metáfora, abuelo?-.
Estoy muy cansado, hasta mañana.
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